banner
    

Segunda Época | Mes ENERO/2016 | Año 2 | No. 9

indice

Tristán de Jesús Medina. Poeta, Escritor y Sacerdote Heterodoxo

Arsenio J. Rosales

Dos escritores y un músico

Mónica María Ramírez Aguilar

Muestra de la obra escrita de Tristán de Jesús Medina

 

Réquiem por un grande de Bayamo

Isel Natacha Ruiz Carbonell

indice_b
 
Tristán de Jesús Medina. Poeta, Escritor y Sacerdote Heterodoxo

Arsenio J. Rosales

 

El pasado 2 de enero de 2016, se cumplieron 130 años del fallecimiento en Madrid del insigne poeta, ensayista, narrador y orador consagrado Tristán de Jesús Medina y Sánchez. Resulta interesantísima la biografía de este sacerdote y díscolo, dotado de una poderosa imaginación y de una cultura extraordinaria.
Nació en Bayamo en julio de 1831, en los altos de la casona colonial donde se encuentra actualmente el Museo Casa Natal “Carlos Manuel de Céspedes”. Descendiente de una familia adinerada, bien poco pudo faltarle en cuanto a recursos y comodidades. Su padre, José Antonio Medina, ocupó cargos de importancia dentro del gobierno español y la madre, doña Concepción Sánchez, provenía de una distinguida familia camagüeyana. Cuando Antonio Medina fue nombrado Administrador de Aduana en Santiago de Cuba, residió en aquella ciudad durante algunos años; desde allí partiría para realizar estudios en la capital del país y presumiblemente en Filadelfia.
En el Colegio San Fernando, de los Padres Escolapios de Madrid, escribió su primer poema con motivo de la muerte del Papa Gregorio XVI.  Se gradúa de Bachiller en Artes en la propia ciudad. Realizó viajes por Alemania, Francia e Italia. Tras ese largo periplo regresó a Cuba. En la Sociedad Filarmónica de Bayamo entretiene sus ocios en partidas de ajedrez y actividades musicales: gusta del violín, es un devoto de Mozart, Joseph Haydn y Beethoven. La música está entre sus más altas preferencias; significa el arte del siglo para él.
Tristán era de rostro noble, perfilada nariz y cabellera escasa. Ángel Mestre y Tolón lo describe de ojos negros, largas pestañas, pequeño de cuerpo y endeble constitución física, enfermiza. Cutis trigueño, cabeza apropiada para guardar un gran cerebro y nariz pronunciada como la de San Buenaventura.
Por ser tan comunicativo y seductor, a los diecinueve años de edad, se enamoró de su prima Catalina Sánchez, con la que pretendió casarse de inmediato; su padre lo impidió alegando que el hijo no poseía bienes de fortuna. Resuelto a lograr su propósito, escribió al capitán general de la Isla, solicitando permiso por ser menor de edad, aduciendo que era Bachiller en letras, dominaba tres idiomas y poseía conocimientos suficientes de matemáticas como para poder llevar los libros en cualquier casa comercial. El general Concha denegó el permiso. Hastiado quizás de las irreverencias,  de su cerrada oposición, el padre determinó expulsarlo del hogar, prohibiéndole visitar a su madre. Al fallecer Catalina, transido de dolor se establece en Santiago de Cuba. Sin embargo, pocos meses después  ya ha consumado matrimonio con la infortunada Magdalena de la Junquera, miembro de una aristocrática familia santiaguera, de quien enviudó tempranamente. La muerte de la esposa interrumpió por algún tiempo su frenético ritmo creativo y renuncia de este modo a la vida mundana, galante, a la cual era bastante aficionado y emprende la carrera eclesiástica  en el Seminario de San Basilio el Magno, donde fue profesor de Física experimental. Se instala posteriormente en la Capital, con la finalidad de continuar un doctorado en Filosofía (que al parecer concluyó),  en la centenaria Universidad de La Habana.
Estos diez años trascurridos en Cuba, dejan como saldo fructífero una intensa labor literaria, periodística y cultural, que mucho lo enaltecen dentro del ámbito nacional. A la vez que ha vivido y se consagra por propia voluntad al sacerdocio, adquiere notoriedad como uno de los prodigios de la oratoria, fama que le acompañará  durante varios años en la Península. Publicó cuentos y novelas y una notable producción poética; estrena sus armas como crítico literario en algunas publicaciones habaneras y se pasea por todo el ámbito nacional con un estilo  desenfadado, bastante personal. Periódicos y revistas de la época, algunos de bastante significación, acogieron sus obras entre las que se destacan Un Joven alemán, Sunción, El Doctor In-Fausto, Los misterios de La Habana, María Marosini, Filemón, Una lágrima y una gota de rocío y muchas más, aparte de los trabajos periodísticos—algunos cercanos al cronicón y al artículo de costumbre—, en los que se evidencian por lo regular su buen gusto, excelente formación literaria y un indiscutible espíritu renovador, cualidad que, años más tarde, cuando publique en España el más famoso de sus relatos, Mozart ensayando su Réquiem (1881), le colocará entre los precursores del Modernismo en Latinoamérica, junto a José Martí y Julián del Casal.
Pero a sus 28 años de edad, hastiado según confesó del clima de Cuba, partió definitivamente para Europa. Se establece junto a su familia en Madrid. No encontraría allí, no obstante, el ambiente de compresión y familiaridad que halló en La Habana durante sus años de sacerdote liberal, estudiante de Filosofía y literato consentido por todos. Sus actividades como clérigo y periodista y su participación en los círculos políticos españoles y latinoamericanos, principalmente la expresión de sus ideas abolicionistas, bien pronto le ocasionaron dificultades y el odio de los esclavistas, al tiempo que chocaba contra la inflexibilidad del Arzobispado de Toledo que terminó por retirarle sus licencias de predicar y confesar en dos ocasiones. El retiro de estas licencias y luego el estallido de la Guerra de independencia en Cuba, lo colocaron en una dificilísima situación económica, al borde de la penuria, si nos atenemos a las numerosas quejas vertidas por él en su correspondencia con el padre José Salamero, su amigo y consejero durante años. Con el triunfo de la llamada Revolución de Septiembre y la caída de Isabel II, se inicia en España el gobierno del general Serrano y se aprueba la constitución de ese año, la que en alguno de sus artículos promulgaba el derecho a participar en diferentes cultos o creencias, entre ellos las prácticas protestantes, a las que Tristán se asocia por diferentes causas, no sólo por sus contradicciones frente al clero español sino por su afán de fundar una nueva iglesia sobre pilares de la desgastada Iglesia Católica y Romana. Al renunciar a esta fe,  fue bautizado por William Greene, jefe de una importante familia inglesa, a la que termina por unir su destino y también el de su hija, al contraer ambos matrimonio con los descendientes del señor William: Tristán con Rosa Greene y su hija María Loreto con Charles,  respectivamente. Tales acciones desencadenaron los más enconados ataques por parte de sus enemigos y detractores, principalmente representantes del clero español,  quienes veían en él a un apóstata seducido por el dinero y poder de los protestantes. Finalmente tuvo que emigrar a Suiza donde ya residían su hija, su yerno Charles y otros miembros de la familia Greene.
Sus adversarios no le permitían descanso. En la Confederación Suiza no le fueron mejor las cosas; se vio comprometido en una muy difícil situación judicial: acusado de abusar sexualmente de una niña de 9 ó 10 años, fue encarcelado y procesado en Lausana. Su salud se deterioró rápidamente, sufrió al parecer una isquemia cerebral y debió ser internado en un hospital de Schaffhausen en tres ocasiones. Posteriormente lo recluyeron durante una larga temporada en el Bürghololi, un manicomio de Zúrich, con el extraño diagnóstico de Neurosis vesánica, recurso que le valió de alguna forma para exonerarlo de culpas ante los tribunales suizos.

separador
Dos escritores y un músico

Mónica María Ramírez Aguilar

 

“Ninguna figura de nuestro siglo XIX más olvidada hoy que la de Tristán de Jesús Medina. Su solo nombre sin embargo –como ocurría con el de Julián del Casal, aunque no conociéramos su obra– basta para detenernos por su extraño halo de sugestiones legendarias…” Así escribió Cintio Vitier en el prólogo de la reedición de Mozart ensayando su Réquiem.
Lo cierto es que el autor originario de Bayamo, de nombre heroico y bíblico, al mencionarlo, solo hace pensar en aquel joven integrante de la mesa redonda, e inmortalizado en leyenda por su amor hacia Isolda, la esposa de su señor.
Sin embargo, Tristán de Jesús Medina jamás fue un héroe, ni formó parte de alguna historia pero si del chisme, debido a una acusación por violar a una menor edad; el bayamés, escritor y sacerdote se convertiría en orador destacado y cuando publicaba en El Orden su novela Un joven alemán y en el Diario de La Habana el poema Primer amor, primeros versos, nacía José Martí.
Medina, en  1881 crea, lo que se considera su obra más destacada, Mozart ensayando su Réquiem, un texto dividido en diez partes, en el cual describe física y espiritualmente al músico mientras componía su Réquiem y pasaba los últimos momentos de su vida.
Según Roberto Méndez Martínez en su artículo Tristán de Jesús Medina reinventa a Mozart, Vitier descubre nexos estilísticos con la novela Amistad funesta de Martí, pues su prosa es un antecedente del modernismo y concluye: “por la profundidad de su concepción simbólica y los aciertos perdurables de sus mejores páginas, se sitúa en primera línea dentro de la literatura imaginativa del siglo XIX en el ámbito hispánico”.
Por otro lado, en la Revista Universal de México en junio de 1875, José Martí expuso sus artículos sobre el pianista y en el No. 2 de La Edad de Oro, publicaba Músicos, poetas y pintores, anécdotas de la vida de los hombres famosos, traducidas del último
libro de Samuel Smales, donde resaltaba la figura del compositor austriaco “Pero de todos los niños prodigiosos en el arte de la música, el más célebre es Mozart. No parecía que necesitaba de maestros para aprender. A los cuatro años, cuando aún no sabía escribir, ya componía tonadas; a los seis arregló un concierto para piano, y a los doce ya no tenía igual como pianista, y compuso la Finta Semplice, que fue su primera ópera (…) Pero a Mozart lo salvaba su carácter alegre; porque era un maestro en música, pero un niño en todo lo demás. A los catorce años compuso su ópera de Mitrídates, que se representó veinte noches seguidas; a los treinta y seis, en su cama de moribundo, consumido por la agitación de su vida y el trabajo desordenado, compuso el Requiem, que es una de sus obras más perfectas.”
A pesar de las diferencias de edad y la jugarreta del destino que no les permitió conocerse ambas personalidades gustaron de la música por lo que no pasa por alto leerlos y descubrir, a través de palabras, la genialidad del autor de La Flauta Mágica.

separador2
 
 

Como ejemplos de la obra escrita de Tristán de Jesús Medina, se muestran los siguientes fragmentos, publicados tal y cuales aparecen en la bibliografía consultada.

¡Rosalía Bustamante!


Passa la bella donna e par che dorma.
Tasso

Si, tan pronto ha sido, que aún nos parece que solamente duerme. Apenas hace un mes, señores, que esta joven nos decía:
-El mundo es un teatro, la vida una comedia.
Ahora nos está diciendo con esa sonrisa irónica y sombría:
-¡El mundo es un cementerio! ¡La vida es la muerte!
Esta es, si, esta es Rosalía Bustamante. ¿No la conocéis? Esta quietud es aquella misma actividad. ¡Qué constante! ¡La alegre bailarina en el sepulcro frío! Si, la que inflamó nuestras almas con el fuego del entusiasmo, es la que ha perdido el fuego de la vida. En medio de aquel fuego de entusiasmo y amor se quemaron las alas de nuestra ligera mariposa. ¡Pobre insecto dorado!
Acordaos, acordaos ahora, amigos míos, de aquellas noches de placer, de frenesí, de vida, en que esta bella mariposa reía y revoloteaba sobre las flores y coronas que arrojábamos a las tablas del teatro. Acordaos ahora de su flexible talle, de sus alados pies, de sus semblante iluminado, menos por la magnífica lucerna que por el fuego ardiente de nuestros ojos electrizados con sus movimientos, su rapidez, sus interminables giros sobre la punta de un pie. Esta vez voló tan alto que se escapó de entre nosotros, dejándonos el vestido en una caja negra. ¡Nos quedamos sin ella!
¿En el cielo? Si, Rosalía está en el cielo. Hay entre nosotros multitud de libres, preciosas creaciones de poetas, donde se nos presentan figuras luminosas de mujeres, hijas del arte, hijas de la música y el baile, hermanas de la alegría y el aire…

Fragmento del poema Primer amor, primeros versos

Llegué al lugar en que la vida es bella,
Fue mi primer delito haber amado,
Y un reducido hecho ¡oh cruel estrella!
En el paterno hogar me fue negado.

Del sol un rayo matinal y pío.
En esta vida que tan triste llevo.
Es el amigo que me quita el frío.
Leal, constante cual ninguno, a ti debo.
Alivio al mal que aprieta el pecho mío.

Ningún padre su calor
Le niega al hijo infeliz
Que comete algún desliz.
Antes quiere con su amor
Calmar del hijo el dolor.

Mozart ensayando su Réquiem. Parte II. El amor, no la vida, en la lucha con la muerte

Los médicos dispusieron por la mañana las compresas frías en la frente ardorosa. Las últimas vendas acababan de parecerle á Constanza que afean un tanto aquella cabeza querida, y por eso ha rasgado varias camisitas de niño, de riquísima batista de Holanda, lujo del bautismo de sus hijos, para hacer diademas y á la vez remedios de alivio de los retales más primorosos.
Mozart ha manifestado hace poco, deseos de permanecer incorporado en su lecho. La posición horizontal siempre le fue enojosa.
Ahora tenía que escribir además, hacer algunas correcciones y añadir compases en algunos fragmentos de Réquiem.
Había necesidad para esto de dos ó tres almohadas bien mullidas, cuanto más nuevas mejor. Dónde hallarlas? Apénas se supo lo que pedia el amigo, de la vecina casa de Crisolara vinieron dos blanquísimos cabezales adornados con cintas, flores y viciosa flequería de encajes de Flandes. Se habían quitado de un lecho nupcial preparado para las próximas bodas de Ursula, hija mayor de Crisolara.
Mozart escribía apresuradamente, con mano firme, bajo el exclusivo dominio de su inspiración. Deteníase á intervalos embelesado como quien oye música lejana, muy de arriba; y acaso estaba oyendo realmente el Réquiem que le cantaban los ángeles.
Cuando recogía completa una de las conmovedoras frases de aquel excelsior, sonreía orgulloso de que su potencia auditiva alcanzase tanto, y en seguida trasladaba al papel lo que acababa de dictarle el cielo.

Fuente:
De Jesús Medina, T. (1964). Mozart ensayando su Réquiem. El amor, no la vida, en lucha con la muerte. Ed. Departamento de Colección Cubana de la Biblioteca Nacional.
De Jesús Medina, T. (1990). Narraciones. ¡Rosalía Bustamante!. Ed. Letras Cubanas. La Habana, Cuba.

separador3
Réquiem por un grande de Bayamo

Isel Natacha Ruiz Carbonell
 

Tristán de Jesús Medina y Sánchez nació en Bayamo, el 23 de julio de 1831; a los 50 días de nacido, fue bautizado por el Cura rector de la Parroquial Mayor del Santísimo Salvador, Diego José Baptista; tal y como establecían la liturgia católica y las buenas costumbres. Su padre, don José Antonio Medina, natural de Caracas, Venezuela, ostentaba los cargos de Intendente Honorario de provincia, Comendador en la Real Orden Isabel la Católica y Tesorero de la Administración General de Rentas Marítimas de La Habana; mientras que su madre, doña Concepción Sánchez Perdomo, natural de Puerto Príncipe, era una acaudalada aristócrata, que contaba entre sus propiedades con la finca “El Almirante” y la espaciosa casa situada en la calle Mercaderes, actual “Antonio Maceo”, lugar donde se produjo el alumbramiento del párvulo. En esa misma mansión había nacido, 12 años antes, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, Padre de la Patria.
Nacido en cuna de oro, Tristán de Jesús realizó estudios primarios en la ciudad de Bayamo. Mientras se instruía, su padre fue designado Administrador de Aduana en Santiago de Cuba, por lo cual hubo de trasladarse a aquel puerto. El 8 de abril de 1844, dejó todo su poder a Francisco Sánchez Perdomo, su cuñado y tío de Tristán. La familia abandonó la ciudad, y en julio de 1845, José Antonio Medinase hizo cargo de la Intendencia santiaguera. Siendo Tristán un adolescente, hijo de ricos hacendados, tuvo oportunidad de cultivar su inteligencia en Italia, Francia, Alemania, y en alguna que otra ciudad norteamericana, como el caso de Filadelfia. De estos viajes no se conservan  memorias, pero si se conoce que continuó sus estudios en el Seminario de los Escolapios,en Madrid, donde tomó lecciones de griego, latín y otras disciplinas. La muerte del Papa Gregorio XVI incitó a Tristán a escribir su primer poema.
De regreso a su país, volvió a Santiago de Cuba, donde residían sus padres; para esa época ya había escrito poemas, artículos y narraciones, divulgados en las principales publicaciones periódicas del momento. En el diario El Comercio, apareció su conocido soneto A Estrella, pieza que rápidamente popularizó su nombre entre la clase intelectual santiaguera. A partir de entonces, comenzó a reunirse con personas amantes del buen arte, como Balbina García Copley y Luisa Pérez Montes de Oca. En 1850 intentó contraer matrimonio con su prima Catalina Sánchez; su padre se negó, pues Tristán sólo poseía 19 años, y no contaba con empleo ni bienes de fortuna. Fue a partir de este momento que las relaciones padre-hijo comenzaron a debilitarse. Catalina falleció en abril o mayo de 1851, con apenas 14 años de edad; este acontecimiento fúnebre entristeció mucho el alma del joven Tristán, marcando su producción literaria de esa etapa. En el Diario de la Habana, uno de los rotativos más importantes del siglo XIX cubano, aparecieron sus poemas Fiebre y Genaro a Adelaida, donde hizo alusión a la muerte de su prima.
La producción literaria de Medina provocó que muchas personas letradas se acercaran a él, al igual que familias renombradas de la ciudad santiaguera y fue  en este medio cuando conoció a doña María Magdalena Martínez de Junquera y Creach-Vélez, con quien  contrajo  matrimonio el 27 de enero de 1852. Tristán continúo aportando para las letras cubanas y en este año aparecieron  en el periódico El Redactor sus narraciones Una novelita en acción, Sunsión y María Marossini, donde daba fe de su talento para la prosa.
En el mes de noviembre del año 1852 sintió el grito de una hermosa niña, su primera y única hija. La tierna infanta fue bautizada en la Catedral de Santiago de Cuba; sus padres la nombraron María Loreto Medina y Martínez de Junquera. Pero la felicidad familiar duró muy poco: las enfermedades que continuamente asolaban la ciudad de Santiago de Cuba cobraron la vida de María Magdalena, en 1853. Este incidente repercutió muy hondo en la vida del ya afamado escritor; nuevamente la muerte le arrebataba a un ser querido. Sumido en un estado de desesperación, se acrecentó  su religiosidad y buscó refugio en la iglesia. No dejo  de escribir, haciendo catarsis de su melancólico estado anímico a través de hermosas piezas literarias. De esta etapa son su romance  A Magdalena, publicado en la habanera revista No me Olvides; y las narraciones El doctor in-Fausto, Misterios de La Habana, Arte Bene  Amandi, Rosalía Bustamante,Día de Difuntos, Filemón, entre otras.
El joven educado en Madrid tomó las órdenes sagradas en el Seminario San Basilio el Magno, de Santiago de Cuba, en 1856, donde el padre Claret y Clará le confió las cátedras de Historia  y Física Experimental. En 1859 abandonó de forma definitiva su país,viajando a España junto a su hija, como lo demuestran sus versos, escritos para la Revista Habanera en el año 1861. Una vez establecido en la Península, adquirió rápidamente fama y estimación; allí se le recibió con el honor que a su nombre correspondía. Brilló en el Ateneo de Madrid y en 1864 publicó en el periódico La Democracia artículos donde destacó su participación en reuniones abolicionistas del Círculo de Madrid. En 1865 pronunció la oración fúnebre en memoria de Cervantes, durante la ceremonia solemne de conmemoración por la muerte del ilustre Manco; esto sirvió para que la Real Academia de la Lengua le diera a Tristán una silla en esa prestigiosa institución. Colaboró en La América, revista de Eduardo Asquerino; en Revista hispanoamericana, de Ángulo y Heredia; y en los periódicos La Discusión, y La Correspondencia. En este últimopublicó su defensa ante injuriosas imputaciones recibidas de parte de los tratantes de negros, por estar en contra de la esclavitud.

separador3
 

Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2015
Estos textos pueden ser reproducidos libremente (siempre que sea con fines no comerciales) y se cite la fuente.